Bebé, quiero tocarte.
Y vos le respondiste con una patadita de saludo.
Lo sorprendiste, y como queriendo comprobar que no fue una alucinación volvió a repetirte:
Bebé, quiero tocarte.
Y vos lo volviste a saludar con un movimiento rápido pero concreto.
Quedamos todos con una sonrisa de sandía.
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