martes, 2 de febrero de 2010

Lección V: Lengua

Hoy, en uno de mis momentos de vuelo, en el que me voy con el pensamiento a zonas muy ricas, lejos de mi asiento y cerquita de mi alma, comencé un juego, escribir una lista de las cosas en las que creo.

Creo de creer sin dudar, convencida.

Me gustó mi ocurrencia porque cada cosa que aparecía era analizada de punta a punta para ver si cumplia con estos sencillos requisitos.

En qué creo sin dudar?

La respuesta apareció abruptamente.

Creo en los ojos de Juan Martín.

Ellos me dicen lo que su boca no sabe pronunciar aún. Un lenguaje que aprendí sin darme cuenta. Y que me conecta con él. Convencida.

Sus párpados se izan a media asta y a veces enrojecen cuando está por enfermar.
Si se sorprende con algún objeto se abren muy grandes.
Al reconocer a las personas que lo cuidan y lo miman se llenan de luz. Chispean, es así.
Frunce el ceño cuando algo no le gusta en señal de "esto no me cierra".
Cuando jugamos, y nos revolcamos en el piso y logra subirse a mi cuerpo para empezar a saltar sobre él brillan, se achinan porque la boca se vuelve tan grande con sus carcajadas que no le alcanza el espacio en la cara... (mientras mi cintura aulla de dolor.)


Sus ojos.
A veces me los quedo mirando por puro placer.

Sé que él también está convencido.
Que puede dormir tranquilo.
Su mamá está en contacto con él.


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